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Luis Escobar Ramos.
Después de haber abordado las visiones europea y estadounidense en términos de desarrollo tecnológico e innovación, las cuales en muy buen porcentaje empatan con lo que se ha venido escribiendo y a lo cual ya hice alusión en la entrega anterior; ahora dedicaré este artículo a la parte de China, que desde mi particular punto de vista, es el más trascendental, ya que aquí es donde se genera la controversia al aseverar que los asiáticos sólo fabrican, lo que es digno de analizar para coadyuvar a actualizar el estatus de las cosas en el entorno mundial.
Para lo anterior, haré mención del libro «To Made in China», de la historiadora Elizabeth O’Brien Ingleson, mismo que da cuenta de los antecedentes, retos y la estrategia que han seguido los chinos en su pretensión de ser el país número uno en desarrollo tecnológico e innovación.
China ha vivido diferentes etapas políticamente hablando; sin embargo, su economía siempre había estado basada en la agricultura, con implicaciones de altos índices de pobreza; políticas de contención de natalidad estrictas; muchos ciudadanos buscando salir de su país para encontrar un mejor futuro y bajo un sistema educativo basado en el respeto y bajo el control del régimen que se encontraba en turno, entre otros aspectos.
En el siglo pasado esa tendencia cambió; más allá de que el gobierno chino diseñó su estrategia encaminada a establecer ambiciosos planes para cambiar su camino; también del lado norteamericano se dieron algunas situaciones que cambiaron el rumbo de las cosas y debo mencionar que una de ellas fue el hecho de que en 1937 Carl Crow, oriundo de Missouri y que había ido a vivir a China en 1911, escribió un libro que, en esencia, abrió los ojos a las corporaciones estadounidenses, planteándoles lo lucrativo que podía ser ese país para hacer negocios; ya que él lo había vivido logrando amasar cierta fortuna.
En dicho libro Crow hablaba de un potencial mercado de 400 millones de clientes, en lo que desde mi óptica se quedaba corto debido a que estaba obviando una importante fuerza laboral, porque en ese momento China contaba con más de 1,000 millones de habitantes y que debido a las condiciones que prevalecían la mano de obra era sumamente barata; es así que el libro fue un éxito rotundo, ganando incluso un premio nacional, pero lo más relevante fue que abrió los ojos de los empresarios sobre ese viable mercado.
No obstante, lo planteado en el libro se diluyó cuando ese mismo año Japón invadió la región de Manchuria, que dio lugar a una guerra que desembocó en la Revolución Comunista China de 1949 y que tuvo como ingrediente el embargo comercial norteamericano a China en 1950.
Fue en la década de los 70 que se dio un acontecimiento notable en el terreno geopolítico internacional; debido a que Estados Unidos y China limaron sus diferencias políticas, reestablecieron su relación diplomática, hasta cierto punto amistosas, pero lo meramente llamativo fue el acuerdo para iniciar una histórica relación comercial que se constituiría en el inicio de una de las transformaciones económicas más extraordinarias y veloces de la historia.
Es importante destacar que la parte medular del acuerdo fue el atrayente volumen de mano de obra que existía en el país asiático y que estaba ávido de laborar con salarios bajos; lo que representaba para las empresas norteamericanas un espacio de oportunidad fantástico y encantador debido a que les permitiría ampliar exponencialmente sus márgenes de utilidad; dicho de otra forma, explotar ampliamente una fuerza laboral de 800 millones, hasta ese momento no calificada; sin embargo, durante algunos años de los 70’s, debo decir que la mayoría de los empresarios estadounidenses continuaban visualizando a China sólo como un gran mercado.
No siendo impedimento lo anterior; un grupo de empresarios norteamericanos y políticos chinos fueron sentando las bases del cambio eminente que se gestaba, que tomó mayor forma a partir de diciembre de 1978 con el anuncio de Den Xiaoping sobre la reforma y apertura de China; es decir, poner en marcha la estructura económica capitalista del país asiático.
La metamorfosis avanzó rampante en unos cuantos años con el asentamiento de infinidad de empresas de Estados Unidos, de diferentes ramos de industria, que a través de ejércitos de empleados chinos fabricaban sus productos, claro, eliminando puestos de trabajo en su país de origen, pero coadyuvando a alimentar una gigantesca nación que había estado dormida y en la pobreza por décadas.
De tal forma que así es como se gestó y se creó lo que más adelante se conocería como «La Gran Fabrica del Mundo», que ha tenido episodios de un lado y otro de los involucrados, ya que mientras para Estados Unidos y sus empresas la idea central era mantener siempre a los chinos como una mano de obra maquiladora que les permitiera mantener y ampliar sus ya grandes márgenes de utilidad, para seguir siendo el país hegemónico política, económica y tecnológicamente hablando, los chinos venían trabajando ordenada y disciplinadamente en un proyecto de mediano y largo plazo.
Por hoy el espacio se agotó; concluiremos este tema la próxima semana, saludos cordiales.
YA EN EL CORREDOR:
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