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Liliana Oropeza Acosta
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Ana tiene 14 años y vive en un barrio periurbano de una ciudad boliviana, la primera vez que le vino su menstruación, hace un año, se asustó muchísimo al no saber lo que le pasaba, cuando le contó a su papá de lo que le pasaba el sólo le dijo que no le aparezca con “sorpresitas”. Fuera del colegio, Ana ayuda a su mamá con la venta de comida para su manutención y la de sus hermanitos, ganando por jornal y muy cabalmente para la comida y algunos útiles escolares. Básicamente, el monto con el que se alimenta en un día es el mismo con el que podría comprar un paquete de toallas higiénicas. Los insumos de gestión menstrual, no están dentro de su presupuesto ni el de su familia, incluso si estos estuvieran libres de impuestos.
Por tanto, los 4 días que le dura su menstruación no va al colegio por la vergüenza de exhibir su ropa manchada, para seguir colaborando con el trabajo de su mamá y generar sus ingresos diarios, usa periódicos doblados o trapos, lo que, le provocará infecciones, teniendo en cuenta que también los usa por muchas horas, pues en la calle y por donde se moviliza no tiene acceso a baños para cambiárselos regularmente. Con este ejemplo se pretende mostrar que la pobreza menstrual deriva de la incapacidad económica para comprar productos de gestión menstrual, aunque estos sean de primera necesidad y no un privilegio. Nadie tendría que elegir entre comer y gestionar dignamente su menstruación.
Este real ejemplo nos muestra que la inadecuada gestión menstrual pone en riesgo a otros derechos: laborales, salud, educación, agua y saneamiento. La menstruación es un proceso biológico que nos toma de 3 a 8 años, de acuerdo a datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas UNFPA; durante el cual podemos experimentar vergüenza, exclusión y/o discriminación.
Más de la mitad de la población boliviana es mujer y de esta, más de la mitad está entre los 10 y 50 años, desde la menarquía hasta la menopausia, intervalo de edad promedio en el cual las mujeres menstruamos.
Un proceso que además del biológico involucra aspectos interrelacionados como la salud, economía, equidad de género, medio ambientes y DERECHOS. Sí, menstruar es un tema de derechos humanos, concretamente, una menstruación digna.
Probablemente esto es una aseveración “novedosa” para muchos de los lectores y población en general, así como que puedo asegurar que lo es debido a un tabú cultural. La menstruación es un factor de desigualdad.
En el caso de nuestra Constitución Política del Estado, podríamos abordarla desde diferentes enunciados y artículos iniciando desde el preámbulo: “Un Estado basado en el respeto e igualdad entre todos (…) en convivencia colectiva con acceso al agua, trabajo, educación, salud y vivienda para todos”. El artículo 9 establece como funciones sociales al Estado garantizar el acceso de las personas a la educación, a la salud y al trabajo, tenemos muchos artículos más específicos en cada aspecto, pero no me detendré en ellos en esta oportunidad, sólo por mencionar algunos: el 18, 35, 37, 46, 82, 85.
El tabú y el estigma en nuestro país en torno a la menstruación no permiten que sea un tópico del cual se hable al interior de las familias, en los colegios, en los trabajos, en las legislaciones, en las políticas públicas.
En tanto, mirando a otros países vemos que se empieza a traducir en leyes, en medidas que van desde la eliminación o reducción de impuestos a los productos de gestión menstrual que son de primera necesidad, hasta la provisión gratuita y universal de estos productos e incluso, bajas laborales para quienes padecen de menstruaciones dolorosas.
El abordaje de la menstruación como política pública es relativamente reciente, pues recién el año 2015, Canadá se constituyó como el primer país del mundo en eliminar los impuestos a productos de gestión menstrual. En nuestra región, Argentina, Colombia y Brasil van por el mismo trayecto, el de una justicia tributaria.
A manera de conclusión, los derechos humanos se ven menoscabados cuando las mujeres y niñas no pueden manejar su menstruación con dignidad, y los derechos deben ser un eje central de cualquier solución que se adopte. Por lo expuesto, la menstruación digna es un derecho existente que debe ser visibilizado y específicamente abordado en legislación y políticas ¿Cuánto nos falta en Bolivia para este abordaje?.
Mujer, Boliviana, Investigadora y Docente
oropezaliliana@gmail.com