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Manuel Godínez Necoechea
Al escuchar las palabras Inteligencia Artificial (IA) puede venir a nuestra mente desde la película terminator, protagonizada por el actor Arnold Schwarzenegger en la década de los ochenta del siglo pasado, hasta los automóviles autónomos (que no necesitan un conductor) que ya están circulando por las calles de algunas ciudades del mundo.
Desde mediados del siglo pasado comenzaron a escucharse palabras como “neuronas artificiales” (Warren McCulloch y Walter Pitts en 1943) y “Maquinaria e inteligencia informática” (Alan Turing en 1950). Fue en 1956 cuando John McCarthy acuñó el término “inteligencia artificial” y desarrolló en 1960 el primer lenguaje de programación de IA, LISP.
No es sino en los últimos 10 años que la inteligencia artificial ha pasado de ser un tema futurista a ser una realidad en la que ya estamos inmersos. Vemos su aplicación en muchas áreas de nuestra vida como la salud, las finanzas, la educación, la energía, la agricultura e inclusive en el teléfono inteligente en el que posiblemente estés leyendo este artículo.
Una pregunta ligada al tema es, ¿Qué beneficios obtenemos al utilizar la inteligencia artificial? Algunos de estos son que se reduce el error humano, aumenta la automatización de procesos y, el análisis y reducción de los errores de seguridad. Enfrente tenemos las consecuencias negativas, y algunas de estas son la vulneración de derechos de las personas (como por ejemplo a la privacidad), la pérdida de empleos (que va relacionado con la automatización mencionada) y una mayor dependencia de la tecnología cada día, sin olvidar desde luego, el costo de su desarrollo.
Uno de los temas que no debo dejar de tocar porque es importante, por lo menos para el que escribe, es la administración o manejo de la IA. Existen dos palabras que se puede pensar son sinónimos, pero no lo son, me refiero a la inteligencia y la sabiduría. La real academia española, asociación de academias de la lengua española define a la inteligencia como: la capacidad de comprender o entender, capacidad de resolver problemas, acto de entender. Al igual ésta, define a la sabiduría como: grado más alto del conocimiento o conducta prudente en la vida o en los negocios.
La IA es un ejemplo de la capacidad del ser humano para crear e innovar su entorno. Esto no quiere decir que, aunque su intención puede ser buena, la forma e inclusive los resultados sean los deseados, o éticamente no cuestionables. Es posible que buscando beneficiar a la sociedad en realidad la esté dañando y posiblemente de manera muy grave o irreparable.
En el primer trimestre del año 2023 pasado, personalidades del mundo de la tecnología (entre ellos Elon Musk y Steve Wozniak (cofundador de Apple)) por medio de una carta solicitaron una moratoria, de por lo menos 6 meses, en el desarrollo de la IA, más potente que GPT-4, señalando que: “En los últimos meses, los laboratorios de inteligencia artificial se han lanzado a una carrera frenética para desarrollar y desplegar sistemas digitales cada vez más potentes que nadie, ni siquiera sus creadores, pueden comprender, predecir o controlar de forma confiable.”
Lo que se solicitó no fue la suspensión total en la investigación de la IA, sino que se actuara de una manera pausada, dando pasos firmes en el desarrollo de esta herramienta que indudablemente ha cambiado muchos paradigmas en nuestra cultura. Sabiduría (conducta prudente en la vida o en los negocios) es lo que se necesita y que, hasta el momento, no puede aportar la inteligencia artificial. Es el ser humano quien debe tomar las decisiones que beneficiarán a la sociedad, no podemos dejar en otros la responsabilidad de pensar y actuar por el bien de todos.
Existen voces que señalan que debemos dejar que la inteligencia artificial se autorregule. Por el contrario, hay quienes piensan que sería un error muy serio que la IA no esté bajo el control del ser humano. Debemos encontrar una justa medianía. Necesitamos saber cómo manejar la inteligencia artificial, es decir, necesitamos sabiduría humana para manejar la inteligencia artificial.
No podemos desligarnos de algo que hemos creado y que es determinante en muchas áreas del desarrollo de la sociedad. Hay quienes afirman que el impacto que está teniendo la IA es el mismo, o inclusive mayor, al que tuvo la imprenta en el siglo XV. Aunque la imprenta fue prohibida en algunos lugares, por la santa inquisición en los países bajo el dominio del papa, su impacto sigue afortunadamente entre nosotros el día de hoy.
No podemos eludir la responsabilidad y dejar que alguien o algo más tome las decisiones que son nuestras. Debemos ser prudentes (aunque la palabra suene muy anticuada), caminar de forma pausada, firme, no correr para no tropezar y poder sacarle todo el provecho posible a la IA que ha llegado para quedarse y que ya es parte importante en nuestras vidas.
manuelnecoechea@gmail.com