ARTÍCULO | ¿PUEDEN 2 CAMINAR JUNTOS SIN ANTES PONERSE DE ACUERDO?

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Manuel Godínez Necoechea

Sófocles, poeta griego del siglo III a C. dijo esto: “El que es bueno en familia, es también un buen ciudadano”, este poeta griego nos habló de que lo que ocurre en familia (casa) se verá reflejado en la sociedad. Lo que ocurre en casa, no se queda en casa, impacta finalmente en el barrio, ciudad, país, es decir, en la sociedad. Un dicho popular reza así: -La educación se mama en casa-, La educación comienza en casa, la educación debe comenzar en casa. No me refiero a que los padres de familia asuman como su exclusiva responsabilidad enseñar a sus hijos el abecedario o las operaciones matemáticas básicas, lo cual tampoco tienen prohibido. A lo que me refiero es que, en lo que sí o sí se deben involucrar los padres o familia es en darles a sus hijos las herramientas que van a necesitar para su largo camino en el sistema educativo de nuestro país.

En el siglo XVI se comenzó a dar forma a la educación que hoy tenemos en la mayoría de los sistemas educativos a nivel mundial. El movimiento de la reforma protestante jugó un importante papel, junto con el humanismo, en la transición del “sistema educativo” que se tenía hasta el siglo XV y que, por la intervención de los académicos protestantes como Melanchthon, Lutero, Calvino y Zwinglio, se creó un verdadero y efectivo sistema educativo tan necesitado por la población de Europa y del resto del mundo.

Phillip Melanchthon académico e innovador educativo alemán, pieza clave en el naciente sistema educativo, fue muy claro al señalar el papel fundamental e influencia, ya fuera positiva o negativa que tenían y que siguen teniendo los padres en la educación de sus hijos al señalar que:

un niño que comienza es dado a un maestro para educarlo. En la mayoría de los casos ya viene mimado desde casa… carece del amor y el aprecio por el aprendizaje. Por el contrario, lo odia, despreciando a su maestro y permitiéndose malos hábitos traídos de casa. (Denys, 1973:223)

Igualmente, Juan Calvino sabía la importancia de que los padres se involucren en la educación de sus hijos, al indicar que:

La academia es una extensión de la instrucción de los padres y, como padres, los ciudadanos de Ginebra tenían la responsabilidad de apoyar a la escuela. Calvino abordó la responsabilidad parental de la educación desde el punto de partida del amor. (Codling, 2008:109).

Martín Lutero compartía igual preocupación por la educación de los niños, él considera que los padres deben ser los garantes de la educación a sus hijos. Hace énfasis en que la educación inicia en casa y para ello, se debía incluir a ambos padres sin exclusión de las mujeres. “Los padres son responsables del futuro de sus hijos, los padres tienen ante todo deberes pedagógicos hacia las generaciones más jóvenes, y están llamados a enseñar a los niños…” (Androne, 2013:82).

Dichos reformadores y académicos protestantes sabían de la importancia de que la educación comience en casa, no en el aula de clase. Los padres de familia no deben huir de la responsabilidad con sus hijos que no comienza al escribirlos en preescolar, ni termina al graduarse de la secundaria. Educarlos es un verdadero y largo trabajo que sólo se puede obtener si se colabora en equipo, los padres de familia o la familia deben, con relación a la educación de sus hijos, ver a la escuela como una extensión de sus casas.

Un niño necesita la guía de sus padres, su vida depende de ellos, la responsabilidad de los padres no sólo es proporcionarles comida y abrigo, deben atender todas sus necesidades y la educación es una de las más importantes.

Por lo tanto, la educación de los niños no comienza con los niños, comienza con los papás de los niños. Hay que darles a conocer o recordarles la importancia de su necesaria intervención, la educación en la escuela no cubre los hábitos que ya debe traer el niño, como el hábito de la lectura, el orden, el respeto y la tolerancia, por mencionar solamente algunos. Sin estas herramientas los pequeños estudiantes estarán en clara desventaja con los niños que, si las traen, aunque no necesariamente todas.

Un estudiante que tuvo padres que no se involucraron en su educación lo va a manifestar en el salón de clase, y el afectado no será solamente él, el resto de sus compañeros también lo serán. No acompañar a los estudiantes en este proceso desde casa es evidente al ver, por ejemplo, la poca tolerancia que tiene a la frustración (cuando no obtienen la calificación que quieren, por ejemplo), y definitivamente esta poca tolerancia impactará en el ambiente del salón de clase en que se busca construir el conocimiento.

No voy a mentir y decir que siempre he tenido toda la “paciencia del mundo” con mis alumnos que, en lugar de conducirse como estudiantes universitarios, en ocasiones se comportan como adolescentes o estudiantes de secundaria. Me esfuerzo en ser empático y no olvidar que todos tenemos un día malo o que desafortunadamente no a todos se nos proveyó de las herramientas necesarias para poder aprovechar la oportunidad que muchos jóvenes de este país no tienen, estudiar la universidad. No dejo de lado que, ocupando la misma empatía con los demás alumnos del aula de clase, el mal comportamiento de un alumno no privará a sus demás compañeros de poder tomar clase.

Debemos romper ese círculo vicioso haciendo conscientes a los papás de la importancia de que se involucren en la educación de sus hijos (que también va más allá de solamente pagar la colegiatura). Que las escuelas (de todos los niveles) vean a los estudiantes como eso, como estudiantes, no como clientes, porque finalmente los clientes son los papás del alumno, quienes pagan la colegiatura, generalmente. Que los alumnos son más que “trabajadores en potencia” que demanda el mercado laboral. Tanto la educación como el trabajo deben ser un medio para tener una vida mejor, no son el fin, son el medio para hacerla posible. Somos seres sociales que como tal tenemos necesidades que solamente en conjunto se pueden cubrir.

Difícilmente cuando llegan al nivel universitario los alumnos pueden tener un cambio de actitud que les va a beneficiar a lo largo de su vida personal y profesional. No podrán compartir con sus hijos lo que ellos no experimentaron en casa. Aprendemos mayormente por imitación, no por indicación. Como sociedad, en los últimos años hemos evitado a toda costa hacernos responsables de nuestras acciones o decisiones y es un deporte nacional culpar a otros por lo que es nuestra responsabilidad.

Soy abogado y como tal sé que nuestro trabajo es principalmente reactivo, es decir, nos llaman cuando ya ocurrió algo y debemos encontrar la manera de solucionarlo. Por ejemplo, contestar una demanda de divorcio, pero rara vez podemos ser proactivos o preventivos. En general estamos tratando de arreglar o solucionar el problema que posiblemente y sin planearlo ayudamos a causar, como grupo social.

Soy maestro también, he visto y vivido las consecuencias de que las familias no se involucren en la educación de los hijos. Estudiantes que considero brillantes, por falta de dirección, de aliento, de atención simplemente, no están aprovechando la preciosa oportunidad de estudiar, de recibir una preparación académica, que no se quedará en las aulas. Asisten “a clases” sólo para estar con sus amigos y “pasarla bien” los fines de semana o de plano dejan de asistir a clases cuando la familia se entera de sus calificaciones.

Regresando a lo que mencionaba antes, soy abogado y maestro y creo que, si en nuestro país los maestros junto con la familia de nuestros estudiantes y las autoridades escolares hacemos un mejor trabajo, tendré menos trabajo como abogado, lo cual me daría mucho gusto, ya que eso significaría que la educación realmente estaría transformando a los estudiantes, sus familias, a la sociedad. Mantener a los estudiantes en las escuelas, ocupados en el aprendizaje, en la planeación de su futuro profesional, en el análisis de las oportunidades que se les abrirán, los mantendrán alejados de la posibilidad de optar por un camino que posiblemente les signifique una satisfacción económica en un corto tiempo, pero que muy posiblemente terminen en algún reclusorio de nuestro país o algo peor, dañándolo a él, a su familia y finalmente a la sociedad.

Así como la educación se mama en casa, el éxito o el fracaso de nuestros hijos e hijas se forja desde casa también. Asumamos nuestra responsabilidad, acompañémoslos en el excitante camino de la educación que, comienza no solamente en casa, arranca en el amor que tengamos por nuestros hijos.

Androne, M. (2014) The influence of the protestant reformation on education, Procedia – Social and Behavioral Sciences No. 137. Universidad de Galati, Rumania.

Codling, J. (2008) John Calvin: An Educational Innovator or a Reflector of Society. Tesis de grado doctoral, Mississippi State University, Missisippi, Estados Unidos de América.

Denys, P. (1973). Philip Melanchthon’s Unique Contribution to Education. Theses and Dissertations. Loyola e Commons. Loyola University Chicago. United States of America.

manuelnecoechea@gmail.com

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