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Daazaev Saavedra Reynoso
—¿Qué te crees? Ayer, chupó faros el buen Juanito, por la madrugada.
—¿Y eso…? ¿Por qué se petateó? Apenitas lo vi ayer.
—Una congestión… ¡Ya ves que andaba siempre hasta las manitas!
—Sí. Era re teporocho. Ni modo, ¡descanse en paz, el buen Juanito!
—¿Qué es eso de teporocho…? ¡No seas naco, manito! ¡Ja, ja, ja!
Esta conversación resulta curiosa por algunos regionalismos que la mayoría podemos ubicar y hemos utilizado algunas veces: 1) “chupar faros”, 2) “petatearse”, 3) “andar hasta las manitas”, 4) “teporocho” y 5) “Naco”; pero ¿Qué significan…? ¿De dónde vienen…? Vamos a intentar contextualizar cada uno y a explicarlos brevemente. Sobre todo el último y, el porqué no deberíamos utilizarlo:
Chupar Faros: Por ahí de 1918, surge la tabacalera Nacional de Irapuato, en Guanajuato (otros datos la remontan a 1910); esta tabacalera producía varias marcas de cigarros, entre ellas los cigarros Argentinos, los Monarcas, los Carmencitas, los Casinos y los Faros, estos últimos eran los más baratos y los más fumados por los pobres. Para 1923 entran empresas trasnacionales y los cigarros Faros pasan a ser propiedad de la tabacalera el Águila. Ahora bien, en la época de la revolución, existían fusilamientos, incluso en periodos de la postrevolución y guerra cristera. Al realizar un fusilamiento en el paredón, se les otorgaba como última voluntad fumarse un cigarro, en este caso los populares eran los Faros. Imagina este último acto de fumarse un cigarro Faro o chupárselo (ya que no tenían colilla), antes de la inevitable y dolorosa muerte, mediante múltiples disparos. De ahí que cuando alguien muere se acostumbra decir que chupó faros.
Petatearse: la palabra petatl, proviene del náhuatl que se refiere a un tapete entretejido con palma. El petate sirve como cama, mesa y envoltorio. Para muchas culturas prehispánicas, el petate era un símbolo del ciclo de la vida, ya que en el nacían, se reproducían, daban a luz y morían. Ya en la cultura novohispana, La misma cama se convertía en el envoltorio donde enterrarían al difunto o difunta, ya que los ataúdes más baratos, resultaban caros para la clase más explotada. Cuando alguien se “petateaba”, lo envolvían como taquito en el petate y lo amarraban con mecate para darle sepultura. De ahí que “petatearse”, hoy en día, signifique morirse. Como dato extra: A mediados del siglo XIX, se crearon panteones a la orilla de la capital, quitándole el poder al clero de los servicios funerarios y pasando al Estado Nación. La gente tenía que llevar a sus difuntos hasta las afueras de la capital a alguno de los panteones (como el de Dolores) y los trasladaban con un mecapal. El mecapal (mecapalli) es una banda de ixtle (fibra de maguey), sujeta a los extremos de dos cuerdas, el mecapal se pone en la frente y con los extremos se sujeta la carga, en este caso el difunto envuelto en el petate y se hacía fuerza para cargarlo con la cabeza cuello y brazos que se sujetaban de los extremos del lazo, que cruzaba hacia atrás a la altura de las orejas.
Hasta las manitas: Estar o andar hasta las manitas es un comparativo entre un “corambre” y alguien en estado etílico, pero ¿Quién o qué es el mentado corambre? El “Corambre” es la piel de una res, cerdo o algún otro animal, a la que, después de muerto, se le sacará toda la piel sin romper nada más que la cabeza y de las extremidades los cortes que lleva a la altura de los codos, posteriormente se labra la piel, se cose de los cuatro extremos donde se cortaron las patas a la altura de los codos. Esté artefacto, se usaba, en el siglo XIX, por los tlachiqueros (el tlachiquero, raspa el maguey para extraer mediante el tlachique, el aguamiel), usaban “corambres o barriles de madera, para rellenarlos de pulque y/o aguamiel, se rellenaban también las cuatro manitas, es decir “Hasta las manitas”. Ahí surge el comparativo de estar lleno de alcohol como el corambre. Estar hasta las manitas.
Teporocho: A finales del siglo XIX y principios del XX, existían en los barrios, unos puestecitos (se pueden ver representados en el cine de oro mexicano) con sus anafres, carbón, huacales de madera, y ollas de barro; en estas ollas de barro vendían, desde la noche hasta la madrugada, café de olla endulzado con piloncillo, vendían canelita y té de hojas de naranjo. El café y la canelita podían ir con piquete, es decir con alcohol de caña y tenía un precio extra, pero el té de hojas de naranjo era más económico con piquete, ese costaba ocho centavos. Si eras de escasos recursos, te comprabas, para quitar el frío y aguantar el trabajo, un té por ocho centavos, es decir, un te-por-ocho. Mayormente, consumían estas bebidas los obreros, cargadores y comerciantes que trabajaban de la noche a la madrugada. Con el paso del tiempo se relacionó al teporocho, con los borrachos del barrio, los que nadie sabe de dónde sacan recursos, pero todo el día y toda la noche andan tomando.
Naco: Naco es una palabra peyorativa, clasista, incluso hasta racista y es parte de una herencia eurocéntrica que podríamos agradecer a don Porfirio Díaz. Es un término de superioridad en comparativa con las y los indígenas. Naco, es la abreviatura de Totonaco.
Los totonacas, totonacatl, que significa “tres corazones”, que refiere a sus tres centros ceremoniales (Tajín, Zempoala y Yohualichan) se desarrollaron en lo que ahora conocemos como Golfo de México, en el periodo Clásico.
Ahora bien, con la educación eurocéntrica, donde se nos inculcó que culturalmente es mejor todo lo extranjero que lo nacional, donde el clasismo nos hace catalogar a la gente por su tono de piel, lugar de residencia o idioma, ya que en México reconoce alrededor de 360 idiomas maternos. El término naco es un término que alude a una discriminación de acuerdo al capital cultural, capital económico y simbólico que parten del eurocentrismo. Hay frases que enmarcan bien esta discriminación al indígena:
—La culpa no es del indio, sino del que lo hace compadre.
• Pareces indio bajado del cerro a tamborazos.
• Indio, pata rajada.
• Indio, ladino.
Podemos ver la diferencia entre el “Naco” que difunden las televisoras clasistas con personajes de seudo-cómicos que exageran la vestimenta y el habla, para ridiculizar a la clase proletaria. No se incluyan en estas líneas verdaderos cómicos que surgieron del barrio y de las carpas y, que sí representaron dignamente la desgracia del barrio en su comedia. También podemos ver la versión del “Naco” que difunde la clase proletaria, donde, como dice botellita de Jerez:
“(…) si lo mexicano es naco y
lo mexicano es chido,
Entonces, verdad de dios…
Todo lo naco es chido (…)”
Hay otras versiones del origen de la palabra naco, pero para mí, es mera retórica. Si no vas a ocupar el término “naco” como la Botellita de Jerez, o a cultivarte con los escritos sobre la “Naquiza” de Monsiváis; abstente de un término clasista, que como dicen los que saben de leyes —el desconocer del regionalismo, no te exime de la responsabilidad de tus palabrejas clasistas—, y sí, en ocasiones, nosotros mismos, los que estamos catalogados por ser “nacos” nos ponemos la soga al cuello, usando este término.
Y, de esta manera, ya podemos contextualizar algunos regionalismos y sus orígenes. Luego contaremos más, porque me sé varios como: ¿Por qué se dice anda bien chiles…?, cuando están borrachos.
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