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DIGNIDAD | Nuestro cabello es político

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Liliana Oropeza Acosta

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En el judaísmo ortodoxo las mujeres casadas deben raparse las cabezas y luego usar pelucas, para mostrar modestia, su cabello es considerado algo muy íntimo que debe ser sólo compartido con sus maridos, el catolicismo no está tan separado de esta práctica si pensamos en las monjas, quienes figurativamente se casan con Dios y también se cortan y esconden sus cabelleras.

En Francia, a título de laicidad e igualdad, es prohibido usar hiyab en los colegios y el niqab en lugares públicos, lo cual va en desmedro de la libertad de credo y puede considerarse islamófobo.

Hace unos años en Sudáfrica, un colegio prohibió a sus estudiantes llevar melenas afro, prohibición bastante extraña en un país africano, que además tiene amplia historia luchando contra el racismo y la discriminación y que derrotó el apartheid.

En distintos lugares, hay imposiciones estéticas que perciben al cabello ondulado y afro como descuidado, desprolijo, poco profesional e inadecuado refiriéndose a las peinadas como quienes tienen el cabello lacio, siendo una feminidad normativa con cánones occidentales.

Me permito dar un ejemplo autorreferencial, aceptar mi cabello crespo y su volumen ha sido revelarme contra cánones, que considero racistas y sexistas, llevo mi pelo natural como parte de mi identidad y como reivindicación.

La importancia que se le da al cabello en distintas estructuras culturales debe cuestionar la relación del cabello con la feminidad. Al fin y al cabo, ¿quién determina lo que es bello y femenino?. En Irán, mostrar algunos mechones de cabello le ha costado la vida a una joven de 22 años, Mahsa Amini. Fue detenida por la policía de la moral por portar mal su hiyab y luego apareció en coma, según indican por un repentino paro cardíaco, muriendo un par de días después. Fotos de su rostro ensangrentado ponen en duda aquello.

Me parece haber escuchado de esto antes, podríamos hacer un paralelo con Bolivia donde hace unos meses, Maria Fernanda Paucara murió en la estación policial de Chasquipampa, en La Paz, por “causas naturales”, luego de su detención por consumo de bebidas alcohólicas en espacios públicos.

La policía “moral” iraní vigila a todas las mujeres y niñas, se desplazan para examinar vestimentas, el largo de su atuendo y la cantidad de maquillaje que lleva. La pena por dejarse ver sin velo en público puede ser de detención, prisión, multa o latigazos.

La muerte de Mahsa ha desencadenado una serie de protestas en varias ciudades de Irán, donde las mujeres están quemando sus velos y cortándose el cabello como protesta. Estas protestas ya se cobraron la vida de más de 40 personas, hay más de 1000 detenidos y el internet tiene cortes esporádicos, cada vez más largos.

No es una lucha contra el yihab, sino contra su obligatoriedad, establecida por ley en Irán. Deja de ser cultural o religioso cuando es obligatorio. Pero no siempre lo fue, sino desde el año 1979 luego de la revolución islámica. El que esté prohibido por ley lo hace un arma estatal contra las mujeres.

La Alta Comisionada interina de Naciones Unidas para los derechos humanos, Al-Nashif ha solicitado la derogación de todas las leyes y reglamentos discriminatorios que imponen el velo obligatorio. «Las autoridades deben dejar de atacar, acosar y detener a las mujeres que no cumplen las normas sobre el yihab»

Sin embargo, la tutela sobre los cuerpos y mentes de las mujeres, no son exclusivas de Irán. Se manifiestan en diferentes formas y grados en muchos países, se llama patriarcado.

En palabras de Rita Segato, “el patriarcado es un orden político primordial que se basa en el control, el disciplinamiento y la opresión de las mujeres mediante narrativas muy diversas y dispersas en el planeta, que son narrativas de diversas religiones, narrativas de diversas culturas, que son diversas narrativas morales.”
No sólo indigna la muerte de Mahsa, sino su detención, su acción de ninguna forma debió implicar quedar en manos de la policía.

Las mujeres queremos que se detenga la vigilancia constante de nuestros cuerpos, que se legisle sobre ellos, y que nuestras elecciones y creencias sean respetadas.

Ahora, el cabello se volvió una bandera, una que flamea como símbolo de resistencia y luchas contra el sometimiento y la opresión a las mujeres, venga de donde venga.

Mujer, Boliviana, Investigadora y Docente

oropezaliliana@gmail.com

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